Esta ciudad suiza se sitúa entre los picos cercanos de los Alpes y la cordillera del Jura. Y, por si no lo sabías, la Cruz Roja tiene su sede allí, de modo que, ¿por qué no empezar la visita en su Museo? Justo enfrente de la sede de la ONU, en el Palacio de las Naciones, desde el que se ve el Lago Leman: todo un must en tu visita. Allí se encuentra la fuente Jet d’Eau, uno de los símbolos de la ciudad: una fuente de 140 metros de altura. Y si tienes suerte y hace bueno, hasta podrás ver el Mont Blanc desde la orilla, la montaña más alta de Europa. Pero si lo que quieres es disfrutar de unas buenas vistas -no solo del Mont Blanc, sino de la ciudad entera-, te recomendamos que hagas una excursión al monte Salève.
Después del lago Leman, el Jardín Inglés es otro de los puntos más turísticos de la ciudad. Para llegar a él, solo tendrás que cruzar el lago. Su Reloj de Flores te inspirará para hacer más de una foto y, además, cambia según la época del año. Así tienes una excusa para volver de visita…
De vuelta al centro de la ciudad, puedes disfrutar de una tarde de compras. Vale, quizás te asusten un poco los precios –Ginebra ha sido considerada durante muchos años la ciudad más cara del mundo-, por eso te recomendamos que pasees por sus mercadillos, como el de Plainpalais –en la zona universitaria-, todos los miércoles y domingos; o el de flores en la Place du Molard. Pero si hay dos barrios que molan en Ginebra son el de Les Grottes –también conocido como “Los Pitufos”- por sus casas de colores; y el de Carouge, donde la música en directo y el ambiente bohemio inunda todas las calles. ¡Ideal para visitar por la noche!
Callejeando por el casco antiguo, encontrarás el Ayuntamiento, la Catedral de San Pedro y la Plaza de Bourg-de-Four, la más antigua de la ciudad. ¡Ah! En esta plaza encontrarás, además, uno de los bares más visitados: La Clémence. Pero si lo que te apetece es hacerte un poco el cultureta, Ginebra también tiene mucho que ofrecer: desde el Museo de Arte e Historia de la ciudad, pasando por el de Arte Moderno y Contemporáneo, hasta el Museo del Reloj. Porque si pensamos en Suiza, pensamos en montañas, deportes de invierno, grandes lagos, Heidi –sí, Heidi-, navajas, chocolates y, por supuesto, relojes de alta precisión.
Hablando de chocolate… ¡No puedes irte sin probar el auténtico chocolate suizo! La Chocolaterie du Rhône (Rue de la Confédération) o Martel (Rue de la Croix d’Or) son dos de las más prestigiosas. Siempre las encontrarás llenas, pero ármate de paciencia porque la espera merece la pena… Pero antes, haz una parada para comer. El queso, la fondue y las salchichas son platos típicos de su gastronomía, inspirada en la cocina francesa y la alemana. Para comer por allí –y no dejarte un riñón en el intento- puedes visitar Manora, un completísimo restaurante autoservicio; Chez Ma Cousine (hay varios repartidos por la ciudad), que ofrece comida francesa a un precio muy económico; o Les Brasseurs, un restaurante de comida alemana y cerveza artesana.
Así que si te ha picado el gusanillo y ya estás planeando una visita a Ginebra, te recomendamos un par de sitios donde dormir: el Hotel Edelweiss, cerca del Lago Leman; o Les Arcades, muy próximo a la estación central de ferrocarril, son opciones económicas, céntricas y de calidad.