El trabajo desde casa ha despuntado en este 2020 a consecuencia de la pandemia, pasando de ser una opción secundaria, y muy minoritaria en España, a una necesidad.
La legislación, en una de sus cláusulas, dice que el trabajo a distancia durante parte o toda la jornada laboral ha de ser voluntario y reversible para el trabajador y la empresa, pero ¿cómo evolucionará?
Una vez acabe la situación en la que estamos, es probable que continúe esta modalidad de trabajo. Empresas como Google ya han anunciado que sus empleados trabajarán desde casa por lo menos hasta el verano de 2021.
Se ha demostrado que el teletrabajo tiene muchas ventajas para las empresas, como son unos menores costes de infraestructura al ahorrar espacio y una mejora de la productividad. Además, hay trabajadores que incluso están dispuestos a aceptar un recorte salarial con tal de poder trabajar desde casa.
Por el lado contrario, las empresas con teletrabajo pierden ese “control” que supone estar viendo, en todo momento, a sus empleados en sus puestos de trabajo. En este sentido, está claro que esta nueva modalidad de trabajo requiere, por su parte, una gran dosis de confianza en sus trabajadores.
Está claro que, para muchos empleados, trabajar desde casa no sólo sería un alivio en cuanto a conciliación con su vida personal, sino que también podría suponer un ahorro, ya que ir a trabajar cuesta dinero, sobre todo en el transporte y, en algunos casos, también en comer fuera.
Respecto a la ciberseguridad, el teletrabajo no debe suponer un problema, ya que las empresas deben ofrecer a sus trabajadores conexiones remotas seguras.
El teletrabajo también conlleva una adaptación a las nuevas tecnologías, que si bien a la gente más joven no nos supone demasiado problema, para trabajadores más “senior” en muchos casos sí.
Parece que el trabajo a distancia ha venido para quedarse, ahora la pregunta es: ¿para quién es más rentable: para la empresa o para el empleado?