La situación en Afganistán ha llevado la voz cantante de los telediarios estos últimos días, eclipsando por momentos al propio coronavirus, y toca ponerse serios para explicar, y entender, de dónde viene este conflicto.
Aunque parezca raro, vamos a empezar por el final, y es que, tras la evacuación total de los estadounidenses del país, la comunidad internacional tiene sus ojos puestos en este territorio que ha vivido una guerra durante casi veinte años. Pero vamos a retrotraernos en el tiempo para conocer dónde y por qué se originó este conflicto.
Para ello, nos tenemos que remontar al 11 de septiembre de 2001. Tras los atentados de las Torres Gemelas, Bush, presidente de Estados Unidos por aquel entonces, manifiesta que hará pagar a los terroristas de Al Qaeda por dichos ataques.
Entre el país norteamericano y la OTAN, invaden el territorio y consiguen tomar el control del país, lo que supuso que comenzaran a sucederse algunos avances sociales importantes:
- se abren escuelas para niñas
- las mujeres anteriormente obligadas a quedarse en casa, pueden comenzar a asistir a la universidad y trabajar
- se abren medios de comunicación independientes.
Sin embargo, como suele ocurrir en política, no todo era maravilla: millones de dólares son robados o malversados, y los avances solían limitarse a las ciudades importantes.
Conforme va pasando el tiempo, los talibanes se fortalecen y causan pérdidas importantes a las fuerzas de Estados Unidos. A pesar de abatir a Bin Laden en 2011, en Washington se asume que la guerra no podrá ganarse militarmente, por lo que Obama detiene el fuego, comienza a entrenar a las fuerzas afganas y anuncia la intención de retirar sus tropas en 2014.
Durante el gobierno de Trump, existe una colaboración entre EEUU y los talibanes, donde el acuerdo entre ambos es el siguiente: ellos se van si los talibanes se comprometen a no hacer daño alguno a EEUU, a suspender ataques en zonas con grandes víctimas y a no refugiar a miembros de Al Qaeda. Todo esto tuvo dos trampas (cómo no): en el acuerdo no se contempló cuáles serían las medidas para ‘’obligar’’ a los talibanes a cumplir, y sucedió sin tener en cuenta en absoluto al gobierno legítimo afgano. Muy amable la política, ¿eh?
Tal y como anunciaron, y ya bajo el mandato actual de Biden, los estadounidenses se han marchado. En principio, la idea tras su marcha es la colaboración entre afganos y talibanes para crear un gobierno conjunto, pero son los segundos los que tienen las armas, por lo que imponerse resulta sencillo. Aun así, el gobierno afgano está movilizando milicias, y tiene el control de unos pocos territorios.
Pero, ya que los talibanes tienen, a priori, el poder, en el resto del mundo se teme una nueva crisis de refugiados. La Comisión Europea liderada por Úrsula von der Leyen ha decidido destinar 200 millones de euros a la crisis, enfocados no solo a recibir al número indispensable de refugiados (España ha evacuado a más de 2.000 afganos), sino, y principalmente, a ayudarlos en su propio país. La desconfianza con los que gobiernan es clara: la Interpol les ha suspendido acceso a sus bases de datos.
La pregunta del millón es: ¿qué impondrán los talibanes? Por ahora en materia de género han sido claros. Ya han dicho que las mujeres no volverán a su situación de derechos nulos de 2001 pero, sin embargo, ya empiezan a salir noticias de periodistas despedidas, una manifestación de mujeres en contra de un gobierno que no cuenta con ellas y el hecho de que el gobierno ha dicho que los límites de la Sharia no se cruzarán.
Muy en resumidas cuentas, esta es la historia del conflicto en Afganistán que, de una manera u otra, nos está tocando a todxs. Un conflicto que, una vez más, nos hace valorar la libertad por encima de todas las cosas.